domingo, 15 de julio de 2007

TENTACION EN EL AIRE

Sabía que vendrías a hablarme
y no te huía
demonio, ángel mío,
tentacion en el aire.

Sabía que tus ojos
ahogarían mis ojos
cansados ya de largos
horizontes de hastío
y de copiar tranquilos
paisajes de remanso

Antes de verte lejos,
te adivine en mi alma,
como algún fauno joven
que con su flauta báquica
avivará en mi carne
un fuego leve, quieto,
amenazado casi de
apagarse algún día,
rodeados de hielo,
engaños de si mismo.

Al escuchar mi oido la brisa de tus voces
ángel mío, demonio,
tentación en el aire,
aquel día que el cielo
brillaba y era agosto
sentí en mi alma un roce
de blandas plumas blancas
como si frescas alas
me nacieran de pronto,
y mi ser se llenara de pájaros cantores.

En silencio, callada,
yo te entregue mi alma,
aquella que habia sido
espada victoriosa,
que habia decapitado
todas las tentaciones
a tí, mi ángel malo,
te la entregué sin lucha,
y tú con tu sonrisa,
¡oh tu risa que hiere!
arrancaste de mí los altivos laureles
y casi sin mirarlos,
despreciastes a aquella
que alargando la mano
te los daba vencidos.

Por seguir tus caminos
dejé a un lado a Cristo,
tentación en el aire,
ángel mío, demonio;
deserte de las blancas banderas del ensueño
para seguir, descalsa
tus huellas que manchaban.

Robaste de mi cielo
las piadosas estrellas,
aquellas que eran tenue
revuelo de cristales caidos del
regazo virginal de la tarde,
y sólo me dejaste a la
impúdica venus, brillante de lujuria,
y al ciego amor, el falso,
el inconstante, el loco,
el que adorna su frente,
no con la eterna yedra, sino
con la guirnalda de los mirtos lascivos
y las rosas de un dia;
aquel que con sus risas
ha transtornado el mundo
sin ver nunca si el dardo
que alegremente arroja
hiere solo la carne o
llega al hondo espíritu
hasta hundirlo en la muerte
o en la locura acaso.

Todo lo que a tu alma,
tentacion en el aire.
demonio, ángel mío,
arranca de su frio
quisiera, y humilde,
ofrecertelo todo,
para que ya pasado
un momento de fuego
me despreciara mas
tu cruda indiferencia;
pero en ti hay algo
que es mío y no lo sabes,
algo que entró de mí
a pesar de tí mismo,
y es esa indiferencia
que te hiela los labios
a la que yo amo más
que a la amable sonrisa
que no pasa el rostro.

¿Qué sabes tú de esto?
ángel mío, demonio,
tentación en el aire.
Del helado placer
de sentir el desprecio
y del llorar alegre,
¿Qué sabes tú, qué sabes?
Aunque me hayas quitado a cristo,
el que perdona, el comprensivo,
el dulce, el manso Jesuscristo,
un día volveré al alba,
ya cansada,
con mis descalsos pies
sangrantes de la senda
y lloraré las lagrimas,
las que tu no ves nunca,
hasta borrar el último
recuerdo del pecado.

(Pablo Garcia Baena)

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